DEMASIADO TARDE
Foto de Luca Rossato |
No chirriaron las rejas cuando el funcionario cerró
el portón. Esta vez el silencio resonó culpable, maloliente. Con los papeles del
indulto quemándome en la cartera, pedí ver a Ángel
enseguida. Me llevaron junto a una camilla en la enfermería y retiraron la
sábana; aún tenía vendadas las muñecas en un intento absurdo por detener la
hemorragia. Largos meses de cárcel y un fallo de previsión
en el protocolo de suicidios habían devastado al joven,
reo de culpas ajenas. Una noche de botellón había prestado su moto al amigo de
un amigo, que se llevó por delante a un padre de familia en la acera y, al
tiempo, la inocencia de mi defendido. Testigos comprados le inculparon con evidencias amañadas, y ni siquiera tuvo fuerzas para luchar
por la suspensión de la vista. Al despedirme, le
pedí perdón en nombre de todos y yo mismo le cerré los párpados.
Muy buen relato, Belén. Podría haber sido seleccionado perfectamente. Suerte para la próxima vez.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, Ángel. Me gusta enviar relatos a este concurso porque me parece muy divertido intentar encajar las cinco palabras obligatorias, es un buen ejercicio y con eso me conformo. Gracias por tu visita.
EliminarHas introducido todas las palabras con mucho acierto y en perfecta cadencia con la historia que cuentas, la que por cierto, me parece muy buena. Coincido con Ángel, si le faltó algo, solo debió ser suerte. Un abrazo :)
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Juan Antonio. Me alegra que te haya gustado la historia. Quería reflejar uno de mis "miedos interiores", el ser víctima de una injusticia judicial. Un abrazo para ti también.
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