LA TIENDA DE LOS DESEOS
Foto de José Francisco Álvarez - Photograph-me |
En mis frecuentes
crisis de psicorragia creativa sufro brotes de fiebre argumental, como un sarpullido
doloroso y debilitante. Lo peor son las brumas en la hora del despertar precoz,
cuando me visitan narradores que se interrumpen constantemente entre sí. Creí
que me volvería loco, pero logré superarlo y decidí abrir una tienda de barrio con
listas coleccionables para aprendices de literatos. En frascos de vidrio y
estanterías de roble oscurecido clasifico epítetos tóxicos, sintagmas crónicos,
desenlaces virulentos. Los clientes acuden curiosos y se emboban ante el
escaparate; ninguno sospecha que el género que vendo ha estado a punto de
matarme.
Me encanta. Y con todo su surrealismo, entiendo que es muy fiel a la realidad también. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, Luz. Sí, aunque sea algo surrealista puedo imaginarme que es un poco así esto de la literatura, como pequeños frascos de sustancias que tienen un enorme peligro y potencial. Un beso.
EliminarLo que es letal para unos es medicina para otros.
ResponderEliminarQué buen relato.
Abrazos, Belén
Sí, Ángel, hay cosas que hay que manejar con mucha precaución y en las dosis indicadas. Un gran abrazo para ti.
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