EL PRIMER DÍA DEL RESTO DE MI VIDA
Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del
ataúd. Llevaba tanto tiempo practicando
cómo estar muerto que ni he pestañeado. Por fin sabré qué hay al otro lado; espero
disfrutar de un merecido descanso. ¡Qué bien! No había estado tan elegante y perfumado
desde la comunión, por lo menos. Las flores van madurando y adquieren un aroma
terroso, calmo. Tictac. Tictac. El reloj de cuerda del abuelo agoniza sobre mi
pecho. Justo como imaginaba aunque, la verdad, me inquieta no haber visto aún el
túnel y a los familiares que vienen a guiarte. Lo peor es cómo se me clava una
china que tengo en el zapato izquierdo.
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