Hay anhelos que pueden llegar a ser tóxicos.
LA TIENDA DE LOS DESEOS
En mis frecuentes
crisis de psicorragia creativa sufro brotes de fiebre argumental, como un sarpullido
doloroso y debilitante. Lo peor son las brumas en la hora del despertar precoz,
cuando me visitan narradores que se interrumpen constantemente entre sí. Creí
que me volvería loco, pero logré superarlo y decidí abrir una tienda de barrio con
listas coleccionables para aprendices de literatos. En frascos de vidrio y
estanterías de roble oscurecido clasifico epítetos tóxicos, sintagmas crónicos,
desenlaces virulentos. Los clientes acuden curiosos y se emboban ante el
escaparate; ninguno sospecha que el género que vendo ha estado a punto de
matarme.